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¿Relaciones intolerantes?

¿Pareciera que existe poca tolerancia en nuestras relaciones de hoy en día? ¿La gente se frustra y se molesta con facilidad?

 Nuestra realidad tecnológica ha impactado severamente el aspecto social de nuestras vidas. Ahora todo es más rápido, las redes sociales y la globalización impulsan el frenetismo cotidiano y esto se refleja en nuestros hábitos y creencias.

El acceso expedito a cualquier clase de contenido, la síntesis y sobresimplificación de la información está construyendo un ser humano cada vez más individualizado y habituado a satisfacerse instantáneamente. Un ser humano que empieza a comprender que tiene un esclavo informático al alcance de sus dedos.

Es simple desear obtener algo a través de cualquier manifestación contemporánea y conseguirlo. Emular un estatus social, recibir mercancía de inmediato, acceder a cualquier información instantáneamente… Todas estas son prácticas que fomentan la idea de que tenemos control sobre el nuestro exterior y nuestras vidas.

Sin embargo, existe un tropiezo importante en el caminar de esta perspectiva. Un profundo bache en el sendero de la falsa armonía que este futuro nos ha creado: las relaciones personales.

A diferencia de  todo lo que podemos controlar con mayor exactitud (como la imagen que proyectamos en redes sociales, el contenido al que accedemos de inmediato, la información que buscamos, etc.), las relaciones personales caen en una zona de control no absoluto, más bien intermedio.

Querer controlar la forma de interactuar de nuestros allegados es algo descarrilado. Sabemos que siempre existe un poco de esta tendencia de querer que los demás sean de cierta manera, pero no podemos advertirla del todo porque ahora se trata de que si algo no cuadra en mi margen de control, eso me desagrada e irrumpe con lo que estoy acostumbrado.

Si somos conscientes de las perspectivas que vamos generando podremos compaginar las nuevas maneras de pensar con una actitud siempre tolerante y benévola para con los demás.

También sabemos que los desacuerdos entre seres humanos no son nada nuevo y la prueba es palpable generacionalmente. Es triste y difícil no sentirse entendido en estos tiempos en los que todos somos los protagonistas de nuestra película. Esto puede hacernos sentir que no encajamos, que no hay personas que se interesen o sean como nosotros.

Es normal pensar que la gente es individualista e iracunda cuando la realidad es que sí vivimos en un tiempo volátil. Y aunque las cosas antes tampoco eran perfectas, ser humano tampoco involucra perfección.

Es importante considerar que cuando una relación es irrecíproca y no nos brinda la misma tolerancia y empatía que nosotros a ella, debemos saber manejar muy bien esos límites y evitar ser víctimas de personas que podrían no ser muy conscientes de su falta de perspectiva.

Si es posible educar a la persona para que comience a abandonar su óptica egoísta y comience a ver desde los ojos ajenos, será positivo. Sin embargo, recordemos que este cambio debe ser completamente intrínseco y valorado por esta. No puede ser acarreado por nosotros.

Si la persona sostiene aún así sus niveles de intolerancia y continúa manteniendo acciones y diálogo poco armónico para con nosotros, habrá que considerar si es sano mantener esa relación.

Encontrarnos con gente amistosa, tolerante, comprensiva y empática significa encontrarnos con personas avanzadas en su interior, en sus creencias, su autodominio y perspectiva del mundo y de los demás.

En nuestra sociedad actual es difícil encontrar personas de esta calidad, pero podemos esforzarnos para ser lo que buscamos. Interiorizando, buscando un propósito constructivo de vida y sobre todo procurando ser empático con las personas que no han podido recibir compasión y entendimiento, porque son las que más lo necesitan.